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El cantautor dominicano destaca con su álbum Puñito de Yocahú, nominado a Álbum del Año, Mejor Álbum Tropical Contemporáneo y Mejor Canción de Cantautor por “Quisqueya”.
Nacido en el Mississippi profundo, B.B. King pasó su infancia entre la pobreza rural, plantaciones de algodón y el sonido espiritual del góspel en la iglesia. A partir de esos orígenes humildes forjó su pasión por el blues, y sus acordes trajeron siempre nostalgias de su tierra sureña.
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Riley B. King (tal su verdadero nombre) nace el 16 de septiembre de 1925 en una plantación de algodón cerca de Berclair, en el condado de Leflore, en el delta del Mississippi. Sus padres, Albert Lee King y Nora Ella King, eran aparceros, lo cual significaba que vivían en condiciones muy humildes, trabajando la tierra de otro en cambio de parte de la cosecha.
Cuando Riley tenía alrededor de cuatro años, sus padres se separan, y él se va con su madre y su abuela materna Elnora Farr al pueblo de Kilmichael. A los nueve años muere su madre, por lo que desde muy joven tuvo que ir a trabajar en la cosecha de algodón, en labores agrícolas, o ayudando donde podía.
Musicalmente, su ambiente estaba cargado de influencias espirituales y culturales. Viviendo con su abuela, asistía con ella al coro de la iglesia, por lo que el góspel fue su primer contacto real con la música. Y en casa escuchaba discos de blues antiguos de artistas como Blind Lemon Jefferson, Lonnie Johnson, que su tía tenía en su fonógrafo.
Además, aprendió los primeros acordes con un pastor local que armaba guitarras en la iglesia, y un patrón blanco llamado Flake Cartledge lo ayudó a conseguir su primera guitarra, que pudo pagar con retenciones sobre su salario.
A partir de su adolescencia, King participa en coros gospel en iglesias locales, y también trabaja en plantaciones, en tractores, etc., pero siempre con la música como su objetivo y motor.
En 1943, ya con 18 años, se traslada a Indianola, Mississippi, donde trabaja como conductor de tractores, pero también empieza a cantar, a presentarse localmente, con grupos de góspel y en radio local.
Un momento determinante es su acercamiento a la ciudad, especialmente a Memphis (Tennessee). En Memphis —y también en West Memphis, Arkansas— entra en contacto con estaciones de radio, comparte con músicos ya con mayor experiencia, y frente a mayor público. Empieza a aparecer en programas de radio; uno de los más importantes fue en la estación WDIA en Memphis, donde lo apodan “Beale Street Blues Boy”, luego abreviado a “Blues Boy”, de donde derivaría el ya definitivo “B.B.” que adoptaría como iniciales para su apellido King.
Unos años después, ya en 1949, hace sus primeras grabaciones, lanza varios sencillos, entre ellos “Three O’clock Blues” que lo lleva a conseguir un mayor reconocimiento nacional.
Lo que distingue a B.B. King no solo fue su trayectoria, sino su estilo único de tocar la guitarra: su fraseo claro, su vibrato expresivo, cómo hacía “cantar” la guitarra. Cada nota parecía tener espacio para respirar, para llorar, para contar algo.
Su guitarra cobró fama a partir de un hecho trágico. Cuenta la historia que durante un show, el local empezó a incendiarse por una lámpara de keroseno, B.B. King salió corriendo para ponerse a salvo, pero volvió a rescatar su guitarra. Cuando se enteró de que la pelea que provocó el fuego fue por una mujer llamada Lucille, decidió llamar así a su guitarra como recordatorio de nunca volver a poner en riesgo tanto por una pelea inútil.
A lo largo de décadas de giras interminables, conciertos, grabaciones, premios —decenas de premios, Grammys, reconocimientos, ingreso en el Rock and Roll Hall of Fame en 1987—, King se convirtió en embajador del blues para todo el mundo.
Su influencia es profunda: músicos del blues, rock, jazz lo citan como inspiración. No solo por lo que tocaba, sino por cómo lo hacía: la atención al fraseo, al espacio entre notas, al sentimiento, a la voz.
B.B. King murió el 14 de mayo de 2015, a los 89 años. Pero su legado vive en cada entusiasta del blues, el jazz o incluso del rock. El B.B. King Museum and Delta Interpretive Center en Indianola, Mississippi, no solo guarda ese legado sino que se ha convertido en sitio de peregrinaje para quienes aman el blues.
Se le recuerda como un artista que abrazó el blues pero también lo elevó, lo acercó a públicos diversos, lo hizo puente entre lo popular y lo profundo, entre lo corporal, las emociones crudas, el sentimiento negro del sur de EE.UU., y lo universal. Por su humildad, su disciplina, por su habilidad de hacer de la guitarra una extensión de la voz.
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