Por Maria Peraza09 Oct, 20255 minutos de lectura 18 vistas
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Las ficciones del húngaro László Krasznahorkai constituyen uno de los territorios más intensos y exigentes de la literatura contemporánea. Estas son tres de sus novelas más representativas —“Guerra y guerra”, “Melancolía de la resistencia” y “El caballo de Turín”— con una mirada que busca abrir puertas de lectura, no mapas definidos.
Aunque varias de sus novelas han sido traducidas al español, el autor húngaro —recientemente galardonado con el Nobel de Literatura— no es ampliamente conocido en Latinoamérica. Estas son tres de sus obras, de diferente corte, pero de la misma calidad narrativa que lo caracteriza.
Guerra y guerra
En Guerra y guerra (publicada en 1999), Krasznahorkai introduce la figura de Korin, un hombre obsesionado con un manuscrito antiguo que relata la épica caída de dos camaradas que luchan por regresar a casa tras la guerra. Desde un puente ferroviario húngaro hasta las calles de una Nueva York caótica, el protagonista emprende un viaje para salvar ese texto que cree portador de una belleza profunda. Mientras deambula por un mundo fragmentado y hostil, habla incansablemente, repasa su propia locura y confronta lo absurdo de las diferencias humanas. En su prosa, Krasznahorkai deja entrever que no hay destino final salvo la repetición de lo trágico, y que la búsqueda de sentido es, en sí misma, un acto de resistencia. En el trayecto, esos monólogos interminables, esa forma casi musical de retomar indicios y ecos —esa forma de “narrativa lava” de la que se habla con frecuencia en su obra— contagia al lector de esa extrañeza que late entre lo épico y lo cotidiano.
Melancolía de la resistencia
Melancolía de la resistencia (1989) ha sido considerada por muchos como una de las piedras angulares del estilo krasznahorkiano. Situada en un pequeño pueblo húngaro, la llegada de un circo que trae consigo el cadáver de una ballena desencadena tensiones ocultas y una sensación de crisis del orden social. Los ciudadanos, ya al borde del colapso, reaccionan con miedo, mutismo y fascinación ante fuerzas que no comprenden. Personajes como la poderosa señora Eszter despliegan maniobras que sugieren que la seducción del poder y la resignación se cruzan en lo íntimo de la comunidad. La novela fue adaptada al cine por Béla Tarr como Werckmeister Harmonies, demostrando cómo el universo simbólico del texto se vuelca en la imagen (un arte al que Krasznahorkai ha estado muy vinculado). Quienes se adentran en esta novela, aunque enfrentados a su densidad, hallan un ritmo narrativo que funciona como marea lenta, atrapante, capaz de insinuar que el colapso es tan real como el acto de escribir consiste en inventar resistencias.
El caballo de Turín
Aunque El caballo de Turín es mejor conocido por su versión cinematográfica —estrenada en 2011 y codirigida por Béla Tarr, con guion de Krasznahorkai—, su espíritu narrativo es profundamente literario. Se inspira libremente en una anécdota protagonizada por Nietzsche en Turín, donde un cochero castiga a su caballo y el filósofo, conmovido, lo abraza antes de colapsar mentalmente. A partir de ese momento, el relato abre un espacio para imaginar qué fue del caballo, del hombre y de la hija que los acompañaba. La acción transcurre en seis días sucesivos: rutina, resignación, silencio, viento que no cesa, oscuridad progresiva. No importa que el lenguaje verbal sea escaso: el peso de lo tácito —lo animal, lo elemental, el deterioro— se impone con potencia. Aquí, Krasznahorkai extiende su mirada apocalíptica: el mundo no colapsa por un cataclismo espectacular, sino por la erosión habitual, la falla invisible que va carcomiendo lo que siempre se creyó tácitamente seguro. La película manifiesta esa dimensión minimalista, pero el texto subyacente es la clave de una mirada en la que el arte existe como tenue y frágil vigilia frente al silencio final.
Estas tres novelas, lejos de ser un “menú introductorio”, son más bien umbrales al interior de un proyecto literario cuya intensidad exige al lector resistir el vértigo. Pero esa resistencia misma es una invitación a leer con lentitud, con entrega, a dejar que la prosa le atraviese y cuestione lo familiar.
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